El Vaticano anunció que las personas transgénero podrán bautizarse: mirar el vaso medio lleno o medio vacío
"A partir de las decisiones tomadas por la Iglesia Católica se puede ver el vaso medio lleno o medio vacío. Por supuesto que para las personas creyentes y fieles a esta institución, pertenecientes al colectivo LGTBIQ+, es una puerta que se abre, de tantas otras que aún siguen cerradas, causando violencia, invisibilización y discriminación Pero el vaso medio vacío tiene una fundamentación en los derechos humanos, que proclama la igualdad sin distinción alguna y exige que todas las personas reciban un trato equitativo, basado en tratados internacionales.
Dichos Pactos entre los Estados, posteriores y a raíz del Holocausto que mediante diversas prácticas discriminatorias de origen étnico, religioso, por creencias políticas u orientación sexual, se cobró la vida de millones de personas; nacieron para que nunca más vuelva a ocurrir semejante atropello contra la dignidad humana. La misma historia nos ha enseñado una y otra vez que la discriminación genera más violencia, atenta contra la convivencia pacífica y nos fragmenta como sociedad, en vez de aprovechar los beneficios que trae aparejado el respeto por la diferencia.
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Por el simple hecho de pertenecer a esta humanidad, la vida y la igualdad son los derechos más valiosos que se puedan reconocer y las Instituciones tienen el deber jurídico, social y moral de velar por ellos. La igualdad es un derecho ganado, luego de luchas, protestas, reclamos. Se ha pagado un precio alto por ella. Y se sigue pagando", reflexiona la directora de Género de la provincia Fernanda "Teté" Urquiza.
Y agrega "que en la Argentina la vida de una persona trans tenga una esperanza no mayor a 40 años habla mucho de ello. La exclusión social, religiosa, familiar, laboral, etc, es decir, ir quedando afuera del sistema encargado de la protección y desarrollo de las personas, porque la orientación sexual o la identidad de género tiene fama de patológica o inmoral, es por lo menos injusta. La Organización Mundial de la Salud hizo su declaración en los años `90 acerca de este tema, retirando de la lista de enfermedades psiquiátricas a la homosexualidad y hace unos años también a la transexualidad".
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Urquiza suma: "Desde luego que pienso que nunca fue un problema de salud mental, pero que el Organismo especializado de reconocimiento internacional lo declare así, debería dejar sin dudas al mundo entero. Incluso a la Iglesia Católica. Recordemos que el género se nos asigna al nacer, aunque luego pueda o no coincidir con el género sentido/autopercibido. No es una elección, es una imposición. Por otra parte, los Tratados Internacionales de Derechos Humanos expresan que todas las personas son iguales en dignidad, deben ser tratados con respeto y consideración, participando sobre bases iguales en cualquier área de la vida económica, social, política, cultural o civil. Tampoco, en términos legales y jurídicos, cabe duda que marcar diferencias que crean desventajas, desigualdades, inaccesibilidades, en pocas palabras, que generan discriminación, es indeseable para cualquier Institución".
Y define: "Es retrogrado, incluso, si nos damos cuenta que ya estamos en el Siglo 21. La Iglesia Católica se hace fuerte en la incoherencia más grande: promueve una igualdad ante los ojos de Dios, haciendo la diferencia entre sus fieles de primera y de segunda categoría. Acceder al sacramento del bautismo debería ser incondicional. Es un acto de fe, no un contrato jurídico entre partes. Relacionar, a priori, el escandalo o confusión con una persona transgénero, es al menos, discriminatorio. Es reforzar la estigmatización que cae histórica e injustamente sobre el colectivo travesti-trans. Es también mirar la paja en el ojo ajeno. Por otro lado, insistir con que la homosexualidad es un pecado, en un mundo donde el matrimonio igualitario es legal en más de 30 países, es ir en contramano de la realidad, del amor entre las parejas y de los proyectos de familia. Me resulta contradictorio, entre otras consideraciones".
"En un país como Argentina, dada nuestra ley de Identidad de Género, no es posible a raja tabla hacer la diferencia entre personas trans y cisgenero. Pues, si una persona va al registro civil, realiza el cambio de documentación por identidad de género y luego se va a bautizar a la iglesia. ¿Quién va a reparar en su género? En todo caso, ¿A quién le importa? En lo que respecta a los seres humanos, hay una sola regla que no falla: todos somos diferentes. No existe una persona igual a otra, por lo tanto el respeto por la diferencia debería ser siempre el principio básico rector de cualquier organismo o institución social, sea religiosa o no. De esta manera, la igualdad se la dejamos al derecho mientras que la diversidad sea reconocida y viva entre las personas", concluye la funcionaria.