A 40 años del último concierto de los Sex Pistols: el fin de una era del punk
Por Hernani Natale (Agencia Télam)
“¿Nunca sintieron la sensación de haber sido estafados?”, dijo un hastiado Johnny Rotten, antes de abandonar el escenario del Winterland Arena, el 14 de enero de 1978.
Es que el derrotero de la banda emblemática del movimiento resultaba la imagen más cabal de lo que había ocurrido con el género al que muchos aún consideran la última gran revolución en la historia del rock.
Nacida con la idea de cambio permanente, el grupo, integrado por Rotten en voz, Steve Jones en guitarra, Sid Vicious en bajo y Paul Cook en batería, se encontraba estancado a nivel creativo, luego de haber editado un único disco, el famoso “Never mind the bullocks”; con sus integrantes distanciados; y en medio de un repudio generalizado por parte de la opinión pública.
En este contexto, el futuro del punk se debatía entre seguir por el camino del sonido estridente y los acordes y ritmos básicos, lo cual permitía cristalizar el slogan “hágalo usted mismo”, por resultar accesible de realizar incluso para aquellos analfabetos a nivel musical; o responder al mandato del cambio permanente, al nutrirse de otros géneros y posibilidades técnicas.
Esta dicotomía suponía además una división entre los jóvenes de clase baja que apenas podían acceder a instrumentos; y aquellos que contaban con aspiraciones artísticas más elevadas.
Acaso por todas estas cosas, la historia de los Sex Pistols resulta un resumen preciso de todas aquellas posibilidades que el género ofrecía a los desclasados y la encrucijada que su desarrollo planteó.
La última gira de los Sex Pistols estuvo plagada de cancelaciones, a raíz de la mala reputación con la que contaba la banda, en gran parte gracias al plan de su omnipresente manager Malcolm McLaren.
En este sentido, sus ideas encontraban en Sid Vicious a su máximo intérprete, un personaje casi caricaturesco, con una ineptitud total para la música, pero con una personalidad destructiva que era capaz de generar todo tipo de escándalos.
El ingreso de Vicious a la banda había ocurrido algunos meses antes, en reemplazo de Glen Matlock, el autor de la mayoría de las canciones de la banda, cuya convencionalidad a la hora de encarar la música no resultaba funcional al movimiento, según lo considerado por el resto de la banda.
Acaso, esta decisión haya sido el certificado de defunción de los Sex Pistols, que a partir de ese momento se convirtió en una parodia de sí mismo, más orientada a los escándalos y a cultivar una imagen, que a la producción artística.
Así, el grupo que había planteado en sus inicios que no hacían falta años de conservatorio para tocar música y que apostaba al caos sonoro, se encontraba estancado y sometido a una imagen pública que de a poco lo devoraba.
De hecho, hasta la edición de su único disco, el cual es considerado uno de los más influyentes en la historia del rock, significó un duro golpe a los puristas del género, que se quejaron porque todo lo revolucionario que resultaba el movimiento había ido a parar a un producto tan convencional como una placa discográfica.