Entrevista a Tomás Felipe Carlovich
Quienes lo vieron jugar jamás lo olvidaron. Quienes no lo vimos jugar nos preguntaremos siempre qué tan bueno fue para que sea comparado con los mejores futbolistas que pisaron estas tierras.
El “Trinche”, rosarino de nacimiento, sangre de potrero en las venas, llegó a Independiente Rivadavia en 1975. Al año siguiente salió campeón y, por siempre, se ganó un lugar entre los grandes ídolos de la Lepra.
Dicen que podría haber jugado en el exterior, dicen que no quiso ir a la selección argentina, dicen que prefería pescar con amigos que entrenar, dicen que adentro de la cancha era una maravilla.
Y así, entre la verdad y el mito, Carlovich pasa sus días en Rosario, lejos de los flahes pero vivo en la memoria futbolera.
¿Qué recuerdos tiene de Mendoza?
Los mejores. Haber jugado en la Lepra es lo más lindo que me pasó. Me arrepentí haberme ido a Colón. Fue un error. Si me hubiera quedado ahí, todavía viviría en Mendoza.
En Mendoza lo recuerdan con mucho cariño.
Es que allá es otra cosa. El mendocino es muy amable. Vivía enfrente del Gato Garín, que recién empezaba a atajar. La madre y el padre se preocupaban mucho por nosotros. Nos traían lo que hacían de comer. Así todos, eh. En Mendoza, donde iba, era una atención bárbara.
Usted era un mimado en Independiente.
Sí. un día estaba esperando para cobrar debajo de la tribuna. Estaba hablando con Palavecino y los muchachos y les digo que tenía ganas de ponerme una pilchería, un local para vender ropa. Justo pasó un dirigente. Al otro día me llaman. “La Comisión quiere hablar con usted, Carlovich”. Sí, cómo no. Voy. Estaban todos. Me dicen: “Busque el lugar, donde le guste y le ponemos la pizzería”. No, les digo, no. Lo que yo quiero hacer es una pilchería, pero es para mí. No quiero nada del club. No sabía cómo agradecerles. Siempre me trataron muy bien.
Años después jugó en el Deportivo Maipú.
Sí. Me vino a buscar Felipe Bellene, la casa que le conviene, ja. Me vinieron a buscar porque habían comprado un nueve y no hacía goles. Estaban últimos y terminamos segundos o terceros. El nueve hizo varios goles. Eso fue una sociedad. Él necesita del gol y yo necesito darle los pases.
Somos muchos que por una cuestión de edad no lo vimos jugar. Además, no hay registros fílmicos de partidos suyos. ¿Nos puede decir cómo era dentro de una cancha?
La verdad, no sé responderte. Yo quería siempre tener la pelota. La buscaba, me mostraba. Quería hacer todo. Cuando pasaba un rato y no tenía la pelota, me volvía loco. A la pelota hay que tratarla de vos, no de usted. El tipo que trata a la pelota de usted es porque no le tiene cariño. Hay que tratarla suave, como a una mujer. Si a una mujer la tratás mal, se te va. Con una pelota es lo mismo.
¿Tiraba tantos caños como se cuenta
Es como un mito. El caño es una salida, es un recurso. A veces estás muy apretado y no te queda otra. La pelota te obliga a pasar por ahí. Ahora, eso cambió. Ahora tirás un caño y el contrario de quiere matar.
¿Qué hay de cierto del famoso doble caño que tiraba a pedido del público?
No sé. Alguna vez lo habré hecho. Y también me lo habrán hecho a mí, no sé, ja.
El “Trinche”, rosarino de nacimiento, sangre de potrero en las venas, llegó a Independiente Rivadavia en 1975. Al año siguiente salió campeón y, por siempre, se ganó un lugar entre los grandes ídolos de la Lepra.
Dicen que podría haber jugado en el exterior, dicen que no quiso ir a la selección argentina, dicen que prefería pescar con amigos que entrenar, dicen que adentro de la cancha era una maravilla.
Y así, entre la verdad y el mito, Carlovich pasa sus días en Rosario, lejos de los flahes pero vivo en la memoria futbolera.
¿Qué recuerdos tiene de Mendoza?
Los mejores. Haber jugado en la Lepra es lo más lindo que me pasó. Me arrepentí haberme ido a Colón. Fue un error. Si me hubiera quedado ahí, todavía viviría en Mendoza.
En Mendoza lo recuerdan con mucho cariño.
Es que allá es otra cosa. El mendocino es muy amable. Vivía enfrente del Gato Garín, que recién empezaba a atajar. La madre y el padre se preocupaban mucho por nosotros. Nos traían lo que hacían de comer. Así todos, eh. En Mendoza, donde iba, era una atención bárbara.
Usted era un mimado en Independiente.
Sí. un día estaba esperando para cobrar debajo de la tribuna. Estaba hablando con Palavecino y los muchachos y les digo que tenía ganas de ponerme una pilchería, un local para vender ropa. Justo pasó un dirigente. Al otro día me llaman. “La Comisión quiere hablar con usted, Carlovich”. Sí, cómo no. Voy. Estaban todos. Me dicen: “Busque el lugar, donde le guste y le ponemos la pizzería”. No, les digo, no. Lo que yo quiero hacer es una pilchería, pero es para mí. No quiero nada del club. No sabía cómo agradecerles. Siempre me trataron muy bien.
Años después jugó en el Deportivo Maipú.
Sí. Me vino a buscar Felipe Bellene, la casa que le conviene, ja. Me vinieron a buscar porque habían comprado un nueve y no hacía goles. Estaban últimos y terminamos segundos o terceros. El nueve hizo varios goles. Eso fue una sociedad. Él necesita del gol y yo necesito darle los pases.
Somos muchos que por una cuestión de edad no lo vimos jugar. Además, no hay registros fílmicos de partidos suyos. ¿Nos puede decir cómo era dentro de una cancha?
La verdad, no sé responderte. Yo quería siempre tener la pelota. La buscaba, me mostraba. Quería hacer todo. Cuando pasaba un rato y no tenía la pelota, me volvía loco. A la pelota hay que tratarla de vos, no de usted. El tipo que trata a la pelota de usted es porque no le tiene cariño. Hay que tratarla suave, como a una mujer. Si a una mujer la tratás mal, se te va. Con una pelota es lo mismo.
¿Tiraba tantos caños como se cuenta
Es como un mito. El caño es una salida, es un recurso. A veces estás muy apretado y no te queda otra. La pelota te obliga a pasar por ahí. Ahora, eso cambió. Ahora tirás un caño y el contrario de quiere matar.
¿Qué hay de cierto del famoso doble caño que tiraba a pedido del público?
No sé. Alguna vez lo habré hecho. Y también me lo habrán hecho a mí, no sé, ja.