La muerte de Diego Armando Maradona dejó una imagen realmente significativa: la Claudia Villafañe, una vez más, a su lado, cuidando de él hasta último minuto. A pesar de que ya llevaban ya varios años separados y varias mujeres pasaron por la vida del "Diez", "La Claudia" se mantuvo firme durante toda su despedida, abrazando a Dalma y Gianinna, las dos hijas que tuvieron juntos, y hasta Jana, producto de una de las tantas relaciones extramatrimoniales que mantuvo él a lo largo de su matrimonio.
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En su única biografía oficial, "Yo soy el Diego", editada por Planeta en el año 2000, y escrita por Daniel Arcucci y Ernesto Cherquis Vialo, "Pelusa" dedicó todo un capítulo a la mujer que más tiempo estuvo a su lado y en los momentos más difíciles de su vida.
En primera persona, el ídolo relató el comienzo de su historia de amor, cuando tenían solo 16 años y vivían en el mismo barrio. Según Diego, tardó varios meses en invitarla a salir, pero cuando tuvieron su primer encuentro se transformaron en "el Diego y la Claudia" de inmediato.
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"Ya estaba instalado definitivamente en la casita de la calle Argerich, con toda mi familia. Era una típica casa de barrio, propiedad horizontal. Nosotros vivíamos al fondo y adelante estaba la familia Villafañe: don Coco, taxista y fanático de Argentinos, doña Pochi, ama de casa, y... la Claudia. Creo que nos empezamos a mirar desde el primer día, cuando me instalé ahí, en octubre del '76. Ella me miraba por la ventana cada vez que yo salía y yo me hacía el boludo, pero siempre la relojeaba. Eso sí: recién me le animé casi ocho meses después. Exactamente el 28 de junio de 1977.
Fui a bailar a un clásico del barrio: el Social y Deportivo Parque. Ahí, sobre las baldosas de la cancha de papi, las mismas en las que jugaban todos los monstruitos que después terminarían en Argentinos, se armaban unos bailongos bárbaros. Después de las dos de la mañana empezaban los lentos y ese era el gran momento. Yo estacioné mi Fiat 125 rojo en la puerta y me mandé... Ella estaba adentro, con sus compañeras del colegio, iba al quinto año comercial. Los dos sabíamos que nos espiábamos, así que apenas la cabecié, aceptó. Justo, justo en el momento en que empezamos a bailar, ni nos habíamos saludado todavía, meten el tema Yo te propongo, de Roberto Carlos... ¡Espectacular! Me ahorró todas las palabras, que justamente no me sobraban. A partir de ahí, a partir de ese momento exacto, somos El Diego y La Claudia. Y no sabemos vivir el uno sin el otro...
Bueno, ella se tuvo que acostumbrar a algunas cosas. Y no hablo de las concentraciones precisamente: una vez yo volví muy tarde, casi de día. Ni dormí: me bañé y me fui a entrenar. Mi viejo me escuchó, pero no me dijo nada... Al mediodía, cuando volví, lo veo a mi viejo hablándole a la Claudia, casi a los gritos: "¡Vos no podés hacerlo acostar tan tarde al nene, lo tenés que cuidar un poco más, él tiene que ir al entrenamiento!". Yo quería que me tragara la tierra: esa noche no había salido con la Claudia".